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Roberto Garrone
La costa marplatense fue la línea de llegada del encuentro latinoamericano de veleros 2022 y la Base Naval el escenario que albergó a las embarcaciones participantes. En el Consorcio pensaban que el evento liberaría de la trampa burocrática el lugar para desguazar tres remolcadores de la Armada. Dicen que el nuevo acuerdo esta a la firma pero el predio sique vedado como hace 36 meses.
Mientras las cámaras armadoras comenzaron este lunes, junto con algunos referentes de gremios marítimos a ensayar los primeros trazos de lo que será el dibujo parcial de la paritaria 2022 para el personal embarcado de marinería y maestranza en la flota fresquera de altura que opera desde Mar del Plata, el paisaje costero quedaba salpicado de hermosas siluetas
Parcial porque como en los últimos años lo que se acuerde ahora irradiaría hasta el primer semestre del año y seguramente en un porcentaje que se acerque más a 40% que al 30% entregado en el 2021. Siempre en dos cuotas y alguna como suma no remunerativa y dejando la puerta abierta para volver a negociar en septiembre si el nivel inflacionario cubre la actualización homologada.
La costa de Mar del Plata se transformó por estos días en una vidriera a cielo abierto donde se pudo contemplar los contornos de las fragatas que participan del Velas Latinoamèrica 2022 y que tiene a la Base Naval de Mar del Plata como escenario del epílogo de la competencia y el parque náutico transformado en principal atracción para curiosos y amantes de este tipo de embarcaciones.
En tanto en la Base se terminaba de cortar el pasto, de pasar la última mano de pintura en el puesto de acceso y decorar los canteros centrales para recibir a los visitantes, en el Consorcio Portuario no compartían el mismo entusiasmo tras comprobar que ni siquiera el evento internacional que reunió a los veleros más importantes de Latinoamérica pudo activar el uso del varadero para el desguace de los barcos inactivos en el muelle 2.
Con la excusa de ser el punto de llegada del Velas, en la administración portuaria se habían ilusionado que el Ministerio de Defensa termine por rubricar la adenda final que se presentó semanas atrás, incluida el acta certificada con todas las obras de mejoras realizadas tal cual lo planteaban desde la propia fuerza.
En estos 36 meses el Consorcio debe haber aportado cerca de 10 millones de pesos en trabajos en el predio: alambrado perimetral, tendido elécttrico hasta el predio, iluminación, cambio de varales, prueba de tiro del cabrestante, colocación de las anguileras y un etcétera más largo que la fila de descontentos con el desempeño de Carla Seain como representante bonaerense en el Consejo Federal Pesquero.
En los días de Merlini habian dicho que invertirían algo más de 7 millones pero cuando llegó Felizia la auditoría que realizó puntualmente sobre el varadero determinó que había gastos acreditados por menos de la mitad. Las objeciones de la Armada para entregar el predio se mantuvieron constantes.
El documento final con todo lo hecho contenido en un nuevo acuerdo sigue a la espera de la firma del ministro Jorge Taiana y por consiguiente no hubo manera de remover los tres viejos remolcadores de la Armada que ocupan el varadero y regalan una imagen opaca que contrasta con el resto del pulcro paisaje. Bueno, no tanto; también cerca de los veleros está amarrada la draga Mendoza y sus 116 metros de eslora sobre la escollera de abrigo.
“Pero si querían desguazar esos tres remolcadores tenían para 5 o 6 meses. Tal vez pueda ser para el Velas 2030”, decía con malicia un actor portuario mientras contemplaba el desfile náutico, ayer miércoles, desde la terraza del Torreón del Monje.
Gabriel Felizia no se hace cargo de los 36 meses que lleva firmado el primer acuerdo entre Defensa y el Ministerio de Producci{onn bonaerense a través del cual le dieron el uso del varadero al Consorcio por 40 meses, previa puesta en valor de las instalaciones.
Es cierto que el nuevo Presidente del Consorcio se encamina a cumplir dos años de mandato pero cuando asumió s eencontró con un ovillo enredado. Lo que había firmado Merlini fue un pasaje a un laberinto ciego plagado de obstáculos casi insalvables. En este tiempo, con la participación de múltiples actores privados y académicos se pudieron despejar casi todos para hallar una salida.
Pero más allá que en este tiempo hayan ideado la alianza con SPI y TPA para retirar y desguazar a los dos Chiarpesca y al Mar Azul, algo que a Merlini ni siquiera se le ocurrió, para las urgencias y necesidades de espacio que tiene el puerto, seguir esperando 23 meses es un lujo que el puerto no debería darse.
Sin varadero activo, la liberación de espacio en el cementerio flotante del muelle 2 puede venir del “Ribazon Dorine”, el pesquero de Moscuzza que se hundió hace cinco años aunque no pescaba desde el 15 de marzo del 2007. Lleva 15 años ocupando espacio operativo en muelle sin haber sido sancionado ni pagado por todo este tiempo. Al revés, las autoridades de turno le han condonado todas las deudas con la promesa de “ya lo saco”.
La última novedad surgida desde la empresa de salvamento y buceo que trabaja en el casco para acondicionarlo antes de reflotarlo es que faltaban enviar tres papeles para levantar los pendientes. Con esa documentación la Prefectura podría estar en condiciones de emitir la Disposición que autorizaría su puesta a flote.
Todo en potencial acá también porque en esta historia se creía tenerlo ya hundido en el parque submarino Cristo Rey antes que terminase el 2021 y todavía el barco no se libera del fondo del espejo interior pero tampoco de los extensos brazos de la burocracia.
Lo mismo pasa con los otros tres buques que flotan y que piensan hundirse en la misma zona de la restinga, a pocas millas frente al Faro de Punta Mogotes. El “Simbad” es el último que inició la carrera hacia el fondo del mar pero el que más cerca esta de lograrlo.
Al barco cuyo permiso se transfirió al “Niño Jesús de Praga” le falta pasar una inspección de Prefectura para comprobar que con el último lavado se han retirado los restos de hidrocarburos que habían detectado en la sentina y colocado una última reja en uno de sus compartimentos interiores.