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Roberto Garrone
En marzo del 2019 la Armada y el Ministerio de Producción de la Provincia de Buenos Aires firmaron un acuerdo por el cual el Consorcio recibía el varadero de la Base Naval para desguazar barcos inactivos. Todavía no subió ninguno. Se gastaron varios millones de pesos para ponerlo en valor y todavía hay que poner una anguilera. Y rezar para que la Armada de el visto bueno.
Dos años después de haberse firmado el convenio mediante el cual la Armada Argentina cedía al Consorcio Portuario las instalaciones del varadero de la Base Naval Mar del Plata para que sea el escenario donde avance el plan de desguace de barcos inactivos, anunciado en noviembre del 2017, dicho acuerdo todavía se exhibe ayuno de logros.
El Consorcio puso varios millones de pesos en mejoras que nunca conformaron a la Armada. Nunca hasta ahora se pudo subir un barco por deficiencias administrativas en la confección del acuerdo. El convenio planteó exigencias imposibles de cumplir por parte del Consorcio pero que no motivaron ninguna observación de Martin Merlini ni del directorio que avaló la rúbrica allá por marzo del 2019. Mucho menos del Ministerio de la Producción: Javier Tizado apenas sabía llegar al puerto.
La falencia más grave de ese convenio fue la que involucra al cabrestante, pieza clave para la puesta de barcos en seco. El acuerdo establecía que tenía que ser uno nuevo pero no había disponibles en Argentina de ese tipo.
Lusejo, la empresa que se quedó con una docena de barcos para convertir en chatarra, retiró el cabrestant del buque San Pablo, una de las embarcaciones a desguazar y se lo “donó” al Consorcio, “casi nuevo” después de lavarle la cara en sus talleres del conurbano y asegurar un costo de más de 50 mil dólares.
Sí, la chatarra naval es un muy buen negocio. Por eso todavía Lusejo espera poder poner un pie en el varadero de la Base pese a todas las vallas que le dejó Merlini en el camino. El mismo Merlini que le abrió la puerta al puerto.
Antes de irse Merlini hubo una auditoría por parte de miembros de la Armada. Vino una delegación desde la Puerto Belgrano y recorrió el varadero para verificar las obras de mejoras. Pese a discursos optimistas, jamás la Armada rubricó los cambios que se le introdujeron al acuerdo para ajustarlo a lo que pasaba en realidad, fundamentalmente el cabrestante usado.
Desde que asumió Felizia todos los intentos han sido en vano hasta ahora y el varadero siguió vedado para que puedan subir barcos inactivos. Los dos que se retiraron, los Chiarpesca 57 y 58, fue fruto de un acuerdo con SPI que prestó sus instalaciones a cambio que el Consorcio le retirara un barco viejo que ocupaba parte de sus gradas.
Lo mismo se acordó con TPA, de donde se liberaron un par de chatarras que ocupaban las gradas a cambio que puedan subir otros pesqueros para liberar espacio en muelle 2. Se espera que en las próximas semanas suba el “Mar Azul”, el fresquero que Moscuzza debió remover cuando trajo al “José Américo”. También podría ponerrse en seco el “Magritte”, abandonado por Solimeno.
La semana pasada hubo nuevos movimientos en la Base para intentar, de una vez por todas, ponerle un punto final a los desencuentros entre la Armada y el Consorcio. Acompañado por referentes de los astilleros Contessi, SPI y TPA, Gabriel Felizia recorrió el varadero con representantes de la Base Naval para analizar las obras de adecuación que todavía hacen falta.
“Participaron el titular de Astilleros Contessi, Domingo Contessi; por TecnoPesca, Enrique Godoy y Pedro Santiago Ramella y Ariel Cesallini en representación del Astillero SPI”, según expuso el Consorcio en un comunicado la semana pasada. Los responsables de estas empresas navales acordaron colaborar con asesoramiento y asistencia técnica para avanzar con esas mejoras.
Durante la visita se recorrió el varadero y algún memorioso comprobó “in situ” las graves secuelas que dejó el paso del “Y-1” o en el mundo de la Armada, el “Yerba I”, el mítico dique flotante de la fuerza. Un cajón de 150 metros de eslora y 21 de manga, que fue desguazado, una vez que le mutilaron las paredes laterales, plancha a planta, hace más de una década.
Según pudo saber #PdP lo que falta es colocar una anguilera para la puesta en seco de los buques. Como en el caso del cabrestante, la estructura también sería aportada por la propia Lusejo. Del cabrestante nadie planteó reparos aunque se recomendó incorporar cuadernales para multiplicar su potencia.
“Se está estudiando con los técnicos de los astilleros si es lo que necesitábamos o hay que hacerle modificaciones a la anguilera. Lo de los cuadernales figura dentro de las opciones del proyecto que estamos armando para presentar a la Armada”, dijo Felizia.
Después de demoras que llevan años, nadie en el Consorcio se anima a mencionar una fecha precisa sobre el inicio de los trabajos, aunque hay concordancia en que se pueden aliviar los barcos sobre el muelle y subirlos ya convertidos en bateas para no resentir la estructura del varadero.
Un reciente relevamiento llevado a cabo por el personal del Consorcio determinó que hay más de 50 embarcaciones inactivas en distintos sectores del puerto que ocupan casi el 35% del frente de atraque que dispone la terminal marítima.
En dos años fueron más los barcos que quedaron abandonados, los Sirius de Loba Pesquera y El Marisco, un par de poteros que tampoco se mueven, por ejemplo, que los que salieron del espejo interior para convertirse en chatarra. Y quedan varios que Lusejo no pudo acaparar, enredados en una maraña judicial.
Al Sirius de Loba Astillero De Angelis lo aliviana a pie de muelle con vistas a hundirlo en el Parque Submarino Cristo Rey. Todavía la Cámara Federal no determinó quién es el dueño porque Pedro Baldino recusó la decisión de la jueza Tonto de Bessone que lo mantuvo en poder de la empresa fallida, ahora en manos de Toro Baldino. Pesca, puerto, Mar del Plata, Argentina, no lo entenderían…
Felizia ha dicho que el acuerdo con la Armada está caído a partir que todos los plazos se vencieron, por lo que no queda claro qué figura administrativa contendrá estas nuevas obras o finalmente rubricará esa adenda al convenio original para saltar los obstáculos y finalmente el varadero vuelva a recibir chatarra.
Mientras tanto las empresas pagan sobrecostos millonarios para poder moverse en el espejo interior y mantenerse operativos. Tampoco hay lugar para otros proyectos de inversión que le dan sentido a los discursos de diversificación y multipropósito porque la chatarra no se mueve.