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El papel que juega el Reino Unido tras el Brexit y la ausencia de controles por parte de la Administración pesquera argentina permiten, según un informe de la organización ecologista Greenpeace, que más de 450 buques extranjeros -entre estos varios españoles- realicen pesca ilegal en la línea de las 200 millas que delimita las aguas responsabilidad argentina y las aguas libres.
La inmensa mayoría de esos buques -cuya cantidad duplica ampliamente el número de barcos argentinos que faenan en aguas propias (177)- desarrollan su actividad en el denominado «Agujero Azul», una superficie de poco más de 5.000 kilómetros cuadrados localizada en el Mar Argentino entre la frontera de aguas internacionales y nacionales. Todo se debe, según la administración argentina, a la presencia de Gran Bretaña en las Islas Malvinas, donde expiden licencias de pesca que los argentinos no visan.
Una vieja pelea por legalidad
Las islas Malvinas -para los británicos Falkland Islands- no aportan a sus aproximadamente 2.800 habitantes, todos ellos ciudadanos del Reino Unido, más intereses económicos que los derivados de las numerosas granjas de ovejas y las muy abundantes especies de aves. La más importante fuente de ingresos es, parece claro, la de la concesión de licencias de pesca en el ya citado Mar Argentino (sumamente rico en especies como la pota (para ellos calamar) y la merluza, que se capturan en las aguas que rodean los cientos de islas e islotes que tienen como capital Puerto Argentino (para Argentina), Port Stanley (para el Reino Unido) a armadores de buques principalmente asiáticos y europeos, entre estos no pocos gallegos.
A Gran Bretaña se le asigna por el país austral la principal responsabilidad de la existencia de esa pesca ilegal que, en su opinión, allí se perpetra desde hace muchos años, y que no se reduce por lo que los argentinos entienden como un deja vú de las autoridades de las islas consentido por la potencia administradora, Reino Unido, cuando son muchos los que creen que la máxima responsabilidad de esta situación recae en el Estado argentino debido a la escasez de recursos que, aducen, permite que la actividad extractiva a gran escala se mantenga e incluso incremente sin límite alguno.
El agujero azul de los pecados
A finales del pasado mes de febrero un informe de Greenpeace se refería a la permanencia en aguas del Mar Argentino de 470 buques (actualmente algo menos) «bordeando las aguas argentinas», que se concentran en mayor número en el mencionado Agujero Azul, localizado en aguas entre la frontera de las internacionales y las nacionales.
La Zona Económica Exclusiva (ZEE) argentina se extiende desde puntas continentales o líneas de base hasta las 200 millas, en el espacio considerado mar territorial. Fuera de este se encuentra Alta Mar, donde según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, puede practicarse la pesca libre, recurso al que en tiempos no muy lejanos acudían los armadores de buques gallegos constantemente hostigados por las patrulleras argentinas que los acusaban de pescar en sus aguas territoriales.
Ahora, y a pesar de la escasez de recursos de aquellos caladeros, la actividad extractiva, además de por barcos españoles, es ejercida por arrastreros coreanos, chinos, taiwaneses, coreanos y de algunos otros países que capturan recursos pesqueros en el Agujero Azul, lo que representa el 75% de su economía.
El Agujero Azul es un caladero especialmente codiciado por la industria pesquera por cuanto, debido a las características de su ecosistema marino, uno de los pocos existentes en el mundo, le convierten en un punto de atracción muy importante en el que, por el vacío legal de las aguas internacionales, se incurre en prácticas no reguladas, actos ilegales e incluso la violación de los derechos humanos.
Argentina no tiene medios de control
Las fuerzas armadas y de seguridad argentinas son escasas, por lo que carece de capacidad de control y pierde el beneficio de desarrollo de su litoral marítimo. Esto impide que las flotas argentinas ocupen el espacio que en la actualidad desarrolla la flota extranjera, cuando los argentinos podrían aumentar sus capturas, el empleo, las exportaciones, generar más producción y, obviamente, ejercer soberanía para asegurar la protección del Mar Argentino, su rica biodiversidad y sus ecosistemas, algo que desea llevar a cabo con la aplicación de un proyecto de creación de un área marina protegida bentónica.
El fondo y el subsuelo marino tienen aquí jurisdicción argentina por la aprobación de la extensión de su plataforma continental, y su Gobierno se dispone a proteger el fondo marino para que sea un verdadero límite a esas flotas destructivas, que no podrán realizar pesca de arrastre en la zona, arte que, según los argentinos, lleva al colapso a sus océanos.
Es por todo esto que el Agujero Azul se convierte en una muy brillante y grandiosa ciudad durante la noche, iluminada la zona por miles de voltios de los potentes focos de más de 450 buques que allí faenan. En más de una veintena de esos grandes arrastreros faenan marineros gallegos con residencia en áreas del Barbanza, Marín, O Morrazo, etcétera.
Fuente: Mundiario