Brasil mantiene baja la barrera

Sitio de Internet – Puerto de Palos – Mar del Plata

By Roberto Garrone

 El gobierno nacional hizo de la reapertura de las exportaciones de langostino a Brasil uno de sus caballitos de batalla para mostrar los nuevos mercados que maridaba la reinserción de Argentina al mundo.

La secretaría de Agroindustria se hacía eco, a mediados de julio, del anuncio del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento de Brasil (MAPA) y anticipaba la habilitación de los 3 primeros embarques.

La semana pasada el secretario de Industria, Fernando Grasso, en la reunión de la Intercámara con referentes de los distintos sectores armatoriales y empresariales de la pesca, insistió con la proclama. “Es inminente”, les dijo mientras sus interlocutores cruzaban miradas de perplejidad.

Un mes después del anuncio la reapertura de las exportaciones de langostino a Brasil luego de 6 años de barreras bajas por el poder de lobby de la cámara de camaroneros local, sigue en puntos suspensivos. Las barreras continúan bajas y no solo afecta el envío de marisco.

Más allá que los importadores lograron obtener nuevas licencias para importar el marisco que se pesca en aguas patagónicas todavía ninguna empresa se animó a reestablecer el circuito exportador.

La relación con el país vecino no solo tiene cortocircuitos políticos sino también sanitarios, que aunque más silenciosos que las críticas mutuas entre Bolsonaro y Alberto Fernández de los últimos días, generan problemas tangibles en Mar del Plata.

Y sino que lo digan los gerentes comerciales de algunas empresas locales a las que el DIPOA, el organismo sanitario brasileño, sería el SENASA de ellos, les rebotó filet de merluza por una, supuesta, presencia de sodio más alta que la permitida.

Causó asombro entre las industrias exportadoras locales el dato porque una de las involucradas es la propia Iberconsa, que recibió una carga de filet de merluza elaborado a bordo de uno de sus API, sus barcos congeladores.

“No hay en Argentina un filet mejor que ese”, reconoció un empresario local, absorto por las continuas trabas que brotan en el ingreso de los productos a Brasil, un socio que llegó a importar 40 mil toneladas de la industria pesquera hasta no hace mucho. El año pasado fueron 31 mil, por 92 millones de dólares.

Por esas trabas sanitarias nadie se anima a mandar un contenedor de langostino, una especie con más del doble de valor que la hubbsi. Más allá que el DIPOA asegure que ya tiene las licencias para langostino entero, lo permitido a entrar en un principio es el marisco pelado y sin vísceras.

A 8 mil dólares la tonelada, multiplicada por 28 que entran en un contenedor refrigeado… El rebote en la barrera sanitaria implica la confiscación de la carga o la devolución en el mejor de los casos con sobrecostos logísticos. Un dolor de cabeza de muchos dólares inmovilizados y sin cobrar por mucho tiempo.

“Nuestros clientes están como locos con sus autoridades sanitarias pero la jodita la pagamos nosotros”, lamentan en el puerto.

Estos últimos incidentes ocurrieron después de una reunión que animaron hace 3 semanas representantes argentinos y brasileños. Participaron agentes sanitarios, funcionarios políticos y miembros del servicio diplomático con el objetivo de hacer más fluido el proceso.

Los industriales se quejaron de los controles brasileños que marcan excesivos niveles de PH y sodio y mandan para atrás los envíos de pescado blanco como la merluza pero también en abadejo y pescadilla. También marcan que desde que asumió Bolsonaro la frontera se endureció. “Cualquier motivo es válido para rebotar la mercadería”, aseguran.

De la reunión participó Priscila Moser, agregada agrícola de Brasil, quien realizo una breve charla informativa sobre lo que ocurría en su país con las importaciones de pescado blanco desde Argentina.

El cuadro de situación no se ajustó con la realidad que viven los industriales nacionales. Cuando los representantes de las cámaras empresarias expusieron los casos puntuales de rechazos por PH, parásitos, o sodio, cuentan que Moser no supo que responder.

“Lo que ocurre son barrearas pararancelarias de hecho”, confió otro industrial consultado. Lo fiscales brasileños (nuestros inspectores de SENASA) toman al azar cargas que llegan de la Argentina y las intervienen por diferentes motivos que no se condicen con las condiciones sanitarias con que salen de Argentina.

Eso produce que la mercadería quede retenida en Brasil pagando estadía y frio o que haya que reexportarla hacia Argentina, quedando en lista RAI: el Régimen de Alerta de Importaciones.

SENASA expuso todos los procesos de control y fiscalización que recibe la materia prima local como garantía de la sanidad requerida por el DIPOA, pero está visto que aun con el respaldo del Servicio Nacional de Seguridad Animal, la puerta no se abre con facilidad.

Las trabas del país vecino tienen consecuencias tangibles en la reducción de las exportaciones de merluza. Hasta hace unos años Brasil compraba el 35% de las exportaciones de Hubbsi. Era un destino cercano, de frontera más amigable, con clientes y consumidores acostumbrados a la calidad de los productos. Ahora solo compra el 16%. La reemplazó con la Alaska polock y el pangasius, una especie de cultivo de inferior calidad pero también de precio.

En este contexto de barreras altas, más allá de los anuncios y el optimismo oficial, el langostino no se anima a pasar.

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