Un acuerdo que tiene dos caras

Sitio de Internet – Puerto de Palos – Mar del Plata

Por: Roberto Garrone

El acuerdo de libre comercio anunciado la semana pasada entre los países miembros del Mercosur y la Unión Europea (UE) genera una enorme oportunidad para una industria pesquera nacional que exporta más del 95% de las más de 700 mil toneladas que desembarca en sus puertos marítimos.

Pero el libre comercio en un mercado de 800 millones de consumidores que se beneficiarán con una oferta más diversa y de mejor calidad a precios competitivos, también implica un riesgo de que se incremente el esfuerzo pesquero sobre las principales especies comerciales del caladero nacional y se ponga en jaque el impulso que había tomado la industria naval.

De los 2130 millones de dólares que generó el sector por sus exportaciones el año pasado, casi el 40% fueron productos de ventas a países miembros de UE, principalmente España e Italia. La madre patria, con fuertes intereses y activos de este lado del atlántico, como Iberconsa, Pescanova y Argenova, importó casi 90 mil toneladas por 483 millones de dólares.

China compra más productos pesqueros nacionales pero con menos valor. Fueron 102 mil toneladas que generaron 475 millones de dólares. Italia está mucho más lejos en los números: importó por casi 30 mil toneladas, parecido a Brasil, que generaron 180 millones de dólares.

En principio una vez que entre en vigencia el acuerdo la merluza, vieira y el calamar asoman como los primeros privilegiados en tener arancel 0%. Los langostinos y productos de conserva aparecen en un apartado donde el proceso para cumplir esa mata arancelaria demandará entre 4 y 7 años.

Pero más allá de plazos y especies, hubo un hecho que me llamó la atención cuando comencé a buscar impresiones del acuerdo entre los principales actores de la industria. Todos ponderaron el acuerdo, e incluso hubo un comunicado conjunto de las cámaras de Mar del Plata, en que destacaron el alcance y posibilidades de generar más empleo, inversiones y desarrollo a partir de lo firmado. Pero nadie tenía bien en claro cuál era el arancel que aplicaba UE a los productos pesqueros de cada sector.

Hoy la merluza hubbsi entera o en H&G (sin cola ni cabeza) paga un arancel del 15% y filetes el 7,5%. El langostino, entero y cola, paga el 12,5%, el calamar, entero y vaina, el 8% en tanto los filetes de anchoa más del 20% y enteros que se exportan en tambores con sal en los pocos saladeros que todavía se animan a sumarle horas de trabajo a la anchoita, el 5%.

El principal destino de la anchoita que se captura y procesa en Mar del Plata tiene como destino a España. Con el esquema actual es casi imposible exportar filetes, pero las conserveras locales deben competir con productos como atún entero y enlatados que ingresan a Argentina con arancel 0.

El calamar tiene un asterisco. Si el importador lo reprocesa en frigoríficos dentro del territorio de la comunidad, el arancel se elimina. Es curioso como en algunos productos promueven la mano de obra, como en el caso de la anchoita, que castigan al producto terminado (que conlleva valor agregado en origen) e incentivan lo semi elaborado para sumarle valor, que no es otra cosa que generar trabajo, en destino.  Con la hubbsi parece todo lo contrario.

Desde alguna cámara patagónica lamentaron la demora con que se aplicará la baja de los aranceles para el langostino en esa canasta arancelaria que incluye el acuerdo y plantea distintos grados de liberación a modo de protección.

Los lamentos parecen nimiedades cuando la pesquería muestra los primeros signos de alteración a partir de un desmedido esfuerzo pesquero y la autoridad de aplicación, lejos de ponerle un freno y conformar un plan de manejo que garantice la sustentabilidad para cuando bajen los aranceles, sigue permitiendo que la lista de barcos autorizados a pescarlo se amplíe un par de renglones más.

Si bien aún falta mucho para que el acuerdo cobre realidad, la sustentabilidad no solo del langostino parece cobrar un mayor protagonismo en el escenario del futuro. La pesca no es infinita más allá de la miopía cortoplacista y bien redituable de Bosch y algunos representantes del Consejo Federal Pesquero de los que a esta altura se puede esperar cualquier cosa, menos un plan de manejo para especies como merluza y langostino. Si tan solo pudieran aplicar el sentido común, pero ni eso regalan.

El desafío pasa por poder sumarle más valor a las capturas biológicamente aceptables a partir de respetar los parámetros que sugiera el INIDEP. Y para eso será necesaria definir una reforma tributaria, laboral y un régimen promocional para encarar un proceso de inversiones en las cadenas productivas. Con la actual coyuntura macroeconómica argentina es ciencia ficción. Pero mientras eso no ocurra el sector intentará mejorar la ecuación siempre desde lo cuantitativo y no desde lo cualitativo.

No entender que el acuerdo también es beneficioso para la UE es mirar una sola cara dela moneda. La incertidumbre pasa por el alcance de reconocerles derechos en los mares y ríos internos. Más buques no soportan ninguna pesquería. Si la idea es conservar nuestros recursos, claro.

Otra luz de alarma se enciende en la industria naval. Y el alcance que tendrá el acuerdo para que las empresas puedan importar buques usados como ya ocurrió en los años 90. “No se expondrá inmediatamente a la industria local a la competencia europea”, avisó el gobierno a través de un documento en que resume las refutaciones a los miedos de la industria nacional. El Mercocur eliminará aranceles para el 91% de las importaciones de UE. Excluye un 9% de productos sensibles.

Permitir el ingreso de barcos usados sería sepultar el brote verde que comenzó a crecer en el sector a partir de la bonanza del langostino y puede florecer si hay acuerdo con la reglamentación del Decreto 145 que contempla la modernización de la flota pesquera.