Batallas ganadas y perdidas en una pelea sin final pero que ya dejó miles de heridos

Sitio de Internet – Puerto de Palos – Mar del Plata

BY ROBERTO GARRONE

El paro del SOMU solo genera indiferencia. CEPA pudo mover sus congeladores merluceros y ahora el gremio piensa en bloqueos a las terminales. El Gobierno sigue siendo indiferente cuando es el único perdedor por partida dobles. Los riesgos de la radicalización

Por dónde pasa la clave para destrabar el lock out patronal que desde hace un mes ha decidido no salir a pescar langostino con sus barcos tangoneros congeladores si no se ajustan los salarios de la marinería en un escenario internacional de precios bajos y caída de demanda, que aceleró aún más la pandemia del covid-19.

Un interrogante que no desvela a los empresarios, no al menos a los miembros de CAPeCa y CAPIP, las cámaras patronales patagónicas que se muestran inflexibles a pensar en otras alternativas para reducir costos, soltar amarras y calmar la ansiedad de algunos marinemos que no quieren perderse la temporada

Los otros armadores de esta historia, los nucleados en CEPA, mostraron fortaleza en las últimas horas cuando lograron que las tripulaciones de sus barcos congeladores merluceros resistieron la presión de los dirigentes locales del SOMU y no quedaron parados.

Si el paro decretado por la cúpula sindical desde el lunes ya no tenía ningún efecto en el normal desarrollo de la actividad en alta mar y en los principales puertos pesqueros, la imposibilidad siquiera de parar los buques factorías exhibe dos carencias notables del SOMU: la falta de fuerza  y de empatía para con la lucha que sostienen.

Era difícil despertar la solidaridad de marineros que ganan mucho menos para que los que ganan más pasaran a ganar un poco más. Y eso que SOMU tiene motivo para parar esa flota: el ajuste salarial de los básicos no esta firmado. Solo lo firmó Simape, pero Trueba no tiene peso en esta flota. Ayer se vio que también es una carencia propia de los marítimos unidos (?)

No deja de ser curioso porque las tripulaciones de los congeladores marplatenses vienen mayormente de Corrientes, fuente inagotable de recursos humanos de la flota pesquera, y responde mayoritariamente al SOMU, como la que conforma las dotaciones de los tangoneros congeladores que quedaron en el centro del conflicto.

“La gente quiere laburar, no quiere saber nada con medidas de fuerza que pongan en riesgo el salario; se dan cuenta del momento especial que estamos viviendo; ellos son los únicos que no captan la realidad”, confiaba un allegado a Mariano Pérez. El gerente de Iberconsa intercambió algunos conceptos con los representantes sindicales en el Ceres, aunque el primero en salir fue el Ventarrón y luego lo siguió el It Xas Lur de Moscuzza.  

El SOMU, al menos en Mar del Plata, enfrenta una grieta que se hizo visible tras la firma del ajuste salarial con las cámaras armadoras del fresco. Pablo Ochagavia, su secretario General, fue marginado de la escena y acusado de haber arreglado con la patronal. Incluso con mensajes de audio que se compartieron en algunos grupos de whatsapp en las últimas horas.

El fracaso en el intento de parar algún barco pesquero dentro del “paro general” fortalecerá seguramente a CEPA, el talón de Aquiles del bloque patronal que impulsa el lock out. En el SOMU aspiraban, con los congeladores parados, a presionarlos y sentarlos a la mesa para destrabar todo, sabiendo que acá hablan con armadores no con CEOs de empresas españolas.

Navarro ha dicho que en Mar del Plata nunca cuestionaron los valores en dólares. Que en abril estaban discutiendo el modo de elevar los básicos a los montos de CAPA y se habían puesto de acuerdo hasta en las cuotas del esquema de actualización. “De un día para el otro salieron con que el negocio daba pérdida”, cuestiona el Secretario.

El dirigente todavía no terminó de deglutir la gambeta que le formularon las cámaras del fresco marplatenses, que apuraron un acuerdo con los dos gremios cuando vieron que se le salía el mango al hacha y una medida de fuerza tomaba forma.

La rúbrica del acta de ajuste, 30% en dos veces a septiembre, en tiempos que la paritaria parece borrada del vocabulario del resto de los gremios, fue un paraguas protector ante posibles represalias de la puja con las patronales de congeladores tangoneros.

El que parece más preocupado que ocupado en la vigencia del conflicto es Carlos Liberman. El Subsecretario de Pesca se comunica con frecuencia con actores de ambas trincheras pero como un espectador de lujo.

Está clarísimo que desde las cámaras no pedirán la conciliación obligatoria y dejarán que el paro se siga diluyendo para esmerilar la resistencia del SOMU. En el gremio buscaban que sea Caputo. Por eso regalaron una postal por demás singular. El Capitán Giachinno, que iba a salir con valores del convenio, había quedado preso del paro realizado porque los demás no pagan lo que paga Caputo. Extraordinario.

Lo escribí hace dos semanas en este espacio. Que en función del abismo que separa a las partes corríamos el riesgo de estar en presencia de un conflicto al que no se le distingue un final.

Y en esta carrera de resistencia, las empresas tienen mayor capacidad de reserva y no tienen problemas en mantener la parálisis porque su riesgo es nulo. Hasta disfrutan de los cortocircuitos del gremio con el gobierno, aunque el paro no ha traído dolores de cabeza para ajenos a la pelea.

En la cúpula del SOMU observan con cierta desilusión la apatía de las autoridades. Una indiferencia que no tienen las bases, apurados por definir un acuerdo que en realidad no existe. Luchan por mantener las actuales condiciones de un convenio colectivo con la certeza de que la patronal aprovecha la pandemia para ir por todo.

Navarro ha dicho que antes de firmar a la baja, da un paso al costado y recuerda que las mismas cámaras que impulsan un acuerdo “pasajero” son las que nunca se sentaron a negociar el ajuste por inflación del año pasado, establecido en actas del Ministerio. “Hacen lo que quieren, es imposible confiar”, analiza.

No deben ser horas tranquilas las del dirigente. Lanzar un paro total al que no pueden hacer acatar a nadie y convivir sobre una olla a presión: las urgencias de sus afiliados por salir a trabajar que ponen al salario por sobre un convenio.

El gobierno debe correrse de ese rol cómodo de espectador que ha mostrado hasta el momento. Muchos menos siendo que es el único que pierde por partida doble. No ingresan divisas por la venta del langostino exportado y tampoco retiene jugosas tajadas del impuesto a las ganancias que pagan los marineros por sus altos salarios.

En Pesca y Trabajo por ahora siguen expectantes y en el gremio trabajan en una estrategia para persuadirlos a través de la relación que construyeron Durdos con Moyano, Hugo, el camionero al que el mismísimo Alberto Fernández calificó como un “dirigente ejemplar”.

Sostenerse con algunos gestos que no conforman a ninguna de las dos veredas, conlleva el riesgo que las medidas hasta ahora inofensivas del SOMU para con la flota, se radicalicen y amplíe la lista de heridos a los ya contabilizados: bolsillos de trabajadores, balance de empresas y arcas públicas.  

Un lujo que solo Argentina y su vocación por la inviabilidad económica y productiva pueden exhibir con semejante desfachatez.

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