El freno de Brasil que pone en jaque miles de empleos en la pesca marplatense

Sitio de Internet – Puerto de Palos – Mar del Plata

by Roberto Garrone

Las ventas al país vecino se redujeron un 80% en el mes de mayo en la comparación interanual con el mismo período del 2019. La merluza fresca fue reemplazada por la congelada a bordo pero ya ni eso, con precios muy por debajo del costo de producción. Incertidumbre por el futuro de varios frigoríficos luego de la pandemia

El Informe de Coyuntura de Pesca reclamado la semana pasada desde esta columna, y renovado a las pocas horas (pura casualidad) permite comprender algunas de las cosas que ocurren en la industria.

Actualizado con desembarques pesqueros al mes de junio y la evolución de las exportaciones entre enero y mayo, entrega algunas cifras sorprendentes como la brutal caída de las ventas de pescados a Brasil en mayo pasado, o la caída del valor promedio por debajo de los 2300 dólares la tonelada, que ponen en jaque a miles de fuentes de trabajo en tierra.

Brasil siempre fue una pieza clave para la industria pesquera local, especialmente la vinculada al pescado fresco. En los últimos años esa relación comercial ha ido mutando y las góndolas del país vecino se fue poblando por filet congelado a bordo con una fórmula irrefutable: más calidad a menor precio.

Hubo otro fenómeno casi en simultáneo: Brasil reemplazó la merluza marplatense con el pangasius, una especie de cultivo de carne blanca y más barata que el filet congelado. Ya no fueron más 40 mil toneladas como en los buenos años de principios de siglo, pero se mantenía próximo a las 30 mil.

Este año había arrancado bien. En el primer trimestre fue un 20% más de volumen que el mismo período del año pasado, orillando las 10 mil toneladas. Pero no obedeció a mejores ventas sino que muchos liquidaron stock para Semana Santa. Y mucho del filet del abadejo capturado en la prospección tuvo ese destino.

Pero en mayo virtualmente las ventas quedaron en punto muerto. Apenas 530 toneladas cruzaron la frontera al vecino país, según el reporte estadístico oficial. El mayo del año pasado habían sido 2504 toneladas. Una caída del 80%

¿Qué pasó?.  Con la devaluación de su moneda y la pandemia descontrolada, los brasileños casi que dejaron de comprar merluza. O en realidad la compran si pagan 2300 dólares la tonelada de filet interfoliado. El costo de producción en los frigoríficos marplatenses llega, cómodo, a los 2700/2800 dólares.

Pero la merluza marca números generales de venta preocupantes. Entre enero y mayo fueron 37 mil toneladas entre todas sus variantes por las que se generaron 85,4 millones de dólares. El valor promedio fue de 2289 dólares. Las cifras representan una reducción del 5% en volumen, 16,3% en divisas y 12% en precio promedio en relación al mismo período del año pasado.

Hace una década atrás, para los primeros cinco meses del año el panorama era completamente diferente. Más de 56 mil toneladas exportadas que generaron 122 millones de dólares, con un precio promedio parecido: 2216 dólares la tonelada. Otro mundo, una industria con más actores, subdeclaración y muchos más obreros. Y sin langostino, claro.

La merluza que no fue a Brasil mayoritariamente quedó guardada en cámara a la espera que repunte el precio o aparezca demanda. “Yo mandé algunos contenedores a Europa del Este, Bulgaria, Lituania, Macedonia, Estonia”, contó un industrial con barcos propios.

También cayeron, poco menos, las ventas a Rusia, aunque ya no de filet sino de HG, pescado entero sin cola ni cabeza. En mayo compraron 2758 toneladas. Habían sido casi 3 mil en mayo del 2019. Lo que se desplomó fue el precio. De 9 millones de dólares en mayo del año pasado, fueron apenas 4,34 millones en el mayo 2020. Un valor promedio de menos de 1800 dólares.

La ecuación económica no resiste ningún análisis.  “Decí que no se permiten concursos y quiebras; las deudas pasan a la post pandemia”, dijo un industrial consultado. Dentro del panorama desolador que atraviesa el sector, muchos le prenden velas a que el gobierno aplique una licuación de pasivos como a principios de siglo. “Sino nos caemos como moscas”, reconoció la fuente.

Donde también se frenaron las compras fue en Corea del Sur, más allá que la estadística marca 15 mil toneladas y lo ubica cerca del podio de los países epicentro de las exportaciones, detrás de China, España e Italia. La mayoría es calamar de la abundancia.

 Los coreanos también compran raya en sus diversas variedades, “Picuda” y “Pintada” o “Redonda”. Se vende entera en cajas individuales o las aletas con o sin piel. La trabajan y exportan un par de frigoríficos como “El Corsario” y “Gaveteco”, mayoritariamente, pero también “Sud Este”, “Trawelum” y “Ardapez”. 

Antes eran algunos más pero la caída en los volúmenes por medidas de manejo restrictivas, sacaron a varios del negocio. En el primer semestre se llevaban declaradas algo más de 8 mil toneladas desembarcadas, pero entre enero y mayo se exportaron menos de la mitad: 3059 toneladas.

Declaradas… pescadas deben ser bastante más. La subdeclaración de raya es un clásico que Marina, Mazitelli ni Luca Pratti, los responsables de fiscalizar y controlar las descargas, mantienen vigente en el puerto local. La última tarifa rondaba los 150 pesos el cajón. Ni el kilo de merluza sube tan rápido.

Tampoco parece haber controles en la flota tangonera donde los dispositivos de selectividad brillan por su ausencia. En la abundancia que muestra el marisco, que parece contradecir hasta ahora los vaticinios científicos, permite que pueda elegirse el tamaño que más conviene o pide el mercado. Lo demás se descarta.

Las autoridades manejan estos mismos números que reflejan el freno a las ventas. En la antesala de un nuevo aumento de combustibles que afectará la cadena de costos y aumentará el precio del pescado en muelle, acentuando la falta de competitividad en tierra, un retoque de los derechos de exportación parece más que necesario, indispensable para mantener al paciente conectado al respirador.

Este contexto de desmoronamiento de volúmenes de venta y precios explican todos los reparos que puso la cámara de frigoríficos exportadores para aplicar el esquema de ajuste paritario acordado por CaIPA y el SOIP.

Más allá del anuncio de maximizar esfuerzos para respetar ese 32,5% en dos tramos, y que algunas cooperativas que cortan el pescado para la mayoría de los socios de la cámara habían entregado un porcentaje a cuenta, pocos respetarán ese nivel de actualización y arreglarán puertas para adentro.

El que no se preocupa por la ecuación comercial tiene en el aumento de casos de covid en plantas de reproceso otro motivo para el desvelo. “Nadie sabe dónde se contagió”, contó una fuente allegada a Cristina Ledesma.

En el gremio pidieron que se extremen los cuidados pero queda claro que los contagios no ocurren dentro de los establecimientos. En Ártico, Chiarpesca y la planta donde corta Costa Dorada fueron casos aislados que no desbordaron la plantilla de personal. Ya estaban aislados al momento de recibir el resultado positivo.

Quizás el desastre de Alejandro Korn sirvió de lección para corregir errores y elevar recaudos. Cuando impere la nueva normalidad tras la pandemia habrá que ver quién se mantiene en pie.

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