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Tres años atrás, el buque pesquero Rigel se hundía frente a las costas de Rawson, llevándose la vida de nueve trabajadores, de los cuales ocho permanecen desaparecidos, entre ellos Jonatan Amadeo. Su papá, Hugo, es uno de los familiares que en todo este tiempo encabezó activamente los reclamos para recuperar sus cuerpos y, también, para encontrar justicia para las víctimas y sentar un precedente. El recuerdo de su hijo y su experiencia de lucha.
Jonatan vivía en Mar del Plata y era el único marinero de la familia Amadeo. Solía trabajar en un comercio con Hugo en su Puerto Madryn natal, pero fue papá a los 18 años y tres años después encontró en la pesca un medio para subsistir y mantener a su familia. Consiguió embarque en el Rigel, donde se convirtió en el más joven de la tripulación. Sin embargo, los problemas en la nave eran recurrentes, al punto que un día antes de la última marea pensaba en bajarse.
“Me llamó cuatro días antes de salir en el Rigel. Me dijo que se iba a bajar. Le pregunté por qué y me dijo ‘porque este barco siempre está roto. Siempre tiene un problema’. Pero un día antes de zarpar se arrepintió, me llamó y me dijo ‘viejo, tengo un compromiso con el capitán, con la tripulación, y no me voy a bajar’. Ese maldito destino“, lamenta Hugo, tres años después, sobre los días que cambiarían su vida para siempre.
Jonatan no volvió de la marea, al igual que sus compañeros. Y desde ese momento Hugo no es el mismo. Rápidamente se abocó a la lucha para que bajen los buzos y poder materializar el duelo de tener un hijo desaparecido en el mar y, también, para que haga justicia y que no vuelva a ocurrir. Es una lucha que casi no le dejó tiempo para llorar a su propio hijo, una lucha que avanza a paso lento pero firme, que lo desgasta ante las mentiras y las trabas pero que, al final, asegura, tendrá su recompensa: “Esto es lento y yo sé que lo vamos a conseguir”.
EL DOLOR DE CADA 9 DE JUNIO Y EL SOSTÉN PARA SEGUIR
Faltan pocos días para el 9 de junio, un nuevo aniversario del hundimiento, y Hugo se acerca a la Banquina de los Pescadores junto a Guillermina Godoy, mamá del tripulante Nahuel Navarrete. A pesar de que sus hijos eran “compinches”, antes de la tragedia no se conocían pero luego se erigieron como las caras visibles de las familias que reclaman justicia.
“Los 9 querés que no lleguen. Menos cuando se cumple un nuevo año. Se nos escapó un corderito y no lo podemos llenar con nada“, expresa con una emoción que no cesa, mientras a metros de allí un amigo de Jonatan pone en valor el monumento montado en la Banquina para recordar a las víctimas.
“La bronca de todo esto es que no fue un accidente. Fue algo evitable. Y yo creo también en el destino. Si Jony se hubiese bajado yo seguramente no estaría en esta situación. Pero no. Estoy enojado con Dios, muy enojado. Le pedí mil veces que me lo cuide y no me lo cuidó. Espero que al menos lo tenga abrazado, que de seguro debe ser así”, continuó.
En todo este tiempo, debieron juntar fuerzas para seguir con una lucha que se hacía agotadora y que les sacaba el derecho a llorar a sus seres queridos. “La tengo a mi esposa que sin ella esto sería imposible, no sé qué sería de mi vida. Y él también nos da fuerzas. Pero la madre lo sigue esperando. Lo tenemos desaparecido. No podemos cristalizar lo que nos pasó. Yo el 30 de diciembre, por el fragor de la lucha, me desperté y me cayeron las fichas. Me parecía que era ayer. Me enfermé y bajé cinco kilos en un mes. Hoy me estoy reponiendo, todo gracias a la gran familia que tengo. Pero da mucha bronca, muchísima bronca“, sigue.
Dentro de ese pilar fundamental que es su familia, sin dudas está el testimonio de Jonatan, su hija de once años: “Mi nieta es un bastoncito donde nos apoyamos para seguir con mi señora, porque fue todo muy difícil. El día del cumpleaños de su papá me pidió que la trajera para tirarle un mensaje en una botellita. Vinimos al monumento porque es el único punto de referencia que tenemos, pero fuimos al Cristo a tirarla, y ella misma le tiró el mensaje. Hoy están mejor, tuvieron el tratamiento para superar la situación y hoy nos queda luchar por ella también. Es algo hermoso que nos dejó Jonatan”.
El día a día, el llamar a autoridades judiciales, estatales, organizar marchas o actividades de visibilización es un desgaste que apenas si permite detenerse a pensar y transitar el dolor. Incluso, cuando las lágrimas son incontenibles, Hugo busca abstraer a su familia de un sentimiento y una necesidad de expresarlo que, de alguna manera, todos sienten y transitan: “Lo extraño mucho. Paso noches enteras sin dormir. A veces uno se quiebra, pero no puedo hacerlo en casa, porque si me quiebro yo, ¿qué queda para el resto? Ya sopla un poco de viento y se me viene por la cabeza lo que habrán pasado ellos en ese momento, cosas que me quiero sacar de la cabeza y no puedo. Más en estas fechas“.
LA BÚSQUEDA DE JUSTICIA, FUNCIONARIOS QUE NEGARON Y OTROS QUE INCUMPLIERON
En octubre de 2019 -últimos meses del gobierno de Mauricio Macri y antesala del de Alberto Fernández- el Juzgado Federal de Rawson emitió una resolución a través de la cual ordenó al gobierno nacional que realice el operativo para que bajen buzos al lugar, recuperen los restos de los marineros y se realicen inspecciones al casco. Hoy, a pesar de las promesas de los actuales funcionarios y las fotos de campaña, todavía no se concretó la orden, un paso clave para poder materializar el duelo y, también, estar más cerca de obtener justicia.
La tristeza de los ojos de Hugo solo se interrumpe cuando se refiere a la lucha y, también, a la decepción y bronca de las promesas incumplidas que acumula: “Me da mucha bronca, porque cuando estuvimos en el acampe muchos políticos se acercaron e hicieron campaña barata con nosotros. Como Fernanda Raverta, que caminó abrazada con Guillermina y mi señora, jugando con ese dolor, y hoy no nos atiende el teléfono, estando codo a codo con el presidente. Podría decirle que nos conoce y que tenemos un pedido justo. Había gente que hasta se ponía en la bandera de arrastre en las marchas y los tuve que frenar, porque ahí van las mamás, no me pongo ni yo. Yo sabía que existía todo esto, pero no me imaginé que de esta magnitud, es mucho más de lo que yo pensaba”.
La indiferencia, explica, se acentúa porque entiende que Frente de Todos llegaba para ser más cercano a la clase trabajadora que el de Cambiemos: “Uno no lo puede entender de este gobierno. Hasta (Axel) Kicillof nos dijo que esto se iba a solucionar. A veces lo digo y sé que es una mala palabra, pero por lo menos los otros nos dijeron siempre que no. Acá nos mintieron, una cruel mentira. Hicieron política barata con el dolor de las mamás, que con eso no se hace”, reiteró.
“Hicimos todo. Hoy falta la parte del Estado. Yo ya le dije al juez (Gustavo) Lleral que hoy puedo ir con los ojos vendados a todos los ministerios en Capital Federal, nos conocemos el camino de memoria. Pero si no me respalda la Justicia, ¿cómo hago yo contra este monstruo? Si no le dan importancia a una manda judicial de un juez federal, ¿qué vamos a poder hacer nosotros?”, planteó.
LA ALIENACIÓN EN EL PUERTO: “NO TIENEN IDEA EL PODER QUE TIENEN”
A diario, Hugo observa en el Puerto cómo la alienación del resto de los trabajadores portuarios impide obtener conciencia de su clase, luchar activamente y mejorar las condiciones de trabajo que, tal como denuncia, terminaron llevándose la vida de su hijo. Pero incluso, la explicación de esa falta de conciencia, la obtiene de su propia experiencia.
“Hoy estoy acá y veo los barcos en las mismas condiciones. Y veo los pibes arriba y parece que veo a mi hijo. Hasta miedo me da cuando los veo salir”, expone y recuerda charlas que tuvo con muchos de los que aún siguen navegando en barcos que, por su antigüedad, califica de ataúdes: “Con cada marinero que hablo lo explico. Se conmueven pero en parte veo indiferencia. Hay necesidad que los lleva, no es avaricia, buscan lo que cada trabajador necesita ganar. Y en las marchas no son tantos los marineros que nos acompañan, y eso duele. Como cuando estábamos acá y estaban los gremios acampando acá nomás, y no nos acompañaron. No entienden que esto es para ellos también”, apuntó.
“Yo siempre les digo algo, que no tienen idea del poder que tienen si están unidos. Si vos tenés un ataúd que sale a navegar con diez personas, se juntan, dicen que el barco no está en condiciones y no salen, y que en ese barco no se embarca nadie que no sea esa tripulación, todo cambiaría. Yo siempre se lo digo a todos”, insiste. Como las ganas de que las cosas cambien, también vuelven una y otra vez los recuerdos, como una oportunidad que al cruzarse con un marinero en un colectivo, el hombre se cambió de asiento en tanto empezó a preguntarle cuestiones relacionadas a la noche en que salió el Rigel: “No sé si es miedo también, pero duele”, reitera.
De todas maneras, reconoce que no todo es resentimiento y que piensa en lo que observa a diario desde su propia experiencia: “A veces comprendo. Porque cuando pasó lo del Repunte yo ya tenía a mi hijo marinero. Yo decía “pobre gente” pero no tenía dimensión de qué se trataba. Me tuvo que pasar. A veces digo por qué no salí en ese momento a gritar yo también con la gente del Repunte, y hoy lo pido”, reflexionó.
Eso no impide que el paradigma esté cambiando, con más fuerza desde el hundimiento del Repunte y la lucha de las familias organizadas: “Que han mejorado cosas, puede ser. Hoy hay 30 kilómetros de viento y en Madryn hay 80 embarcaciones fondeadas. Antes no pasaba. Es todo consecuencia de la lucha, si nosotros no hubiésemos entablado esta lucha o la gente del Repunte o el San Antonino no lo hubiese hecho, estaría en el olvido total“.
“De una cosa estoy seguro. Donde quiera que estén los chicos saben que acá la estamos peleando. Hoy somos nosotros las voces que callaron de ellos. No nos vamos a bajar de esto. Siempre lo digo. El objetivo se va a cumplir. Pero después voy a seguir. Me vas a ver caminando acá, molestando para que no vuelva a pasar. Hablar con los marineros, explicarles el dolor que tengo para que comprendan también ellos lo que puede sentir el padre de ellos si le pasa lo mismo que me pasó a mí. Para que tomemos conciencia. Porque yo incluso se lo pregunto a él, le pregunto a Jonatan por qué se subió si sabía cómo era la cosa“.
UNA EXTENSA LUCHA, UNA CONVICCIÓN Y LA ILUSIÓN DE SENTAR PRECEDENTE
La vida y lucha de las familias del Rigel, como las del Repunte o el San Antonino tienen la particularidad -y son muy conscientes de ello- que siguen adelante día a día para encontrar una mínima reparación y la búsqueda de responsables, y que además sientan precedentes que no hacen más que aportar al cambio de paradigma portuario de la naturalización de los hundimientos. Pero el peso de tamaño objetivo, también incluye una desgastante lucha de niveles semejantes.
“Esto es lento y yo sé que lo vamos a conseguir. Por la fuerza que tenemos, porque realmente los chicos merecen que los traigan. Para que se marque un precedente y que la piensen dos veces estos tipos cuando dejen salir un buque en malas condiciones como el Rigel. Que piensen que van a ir presos. Que va a haber un Estado atrás. ¿Cuánto pudieron pagar para dejar que el barco salga así, cuánto les costó a ellos la vida de mi hijo? A mí me costó la vida, porque el dolor que tengo lo voy a llevar hasta el último día”, manifestó.
Por último, cerró: “No vamos a parar hasta que estén sentados en el banquito los que tengan que estar. Sea un prefecto mayor, el que estaba de guardia, civiles, los empresarios. Que la paguen todos. Esa va a ser la lucha hasta el final. Por más que mañana armen los pliegos y bajen los buzos y traigan los cuerpos de los chicos, yo voy a seguir luchando con Guillermina hasta las últimas consecuencias“.